domingo, 6 de octubre de 2013

Contrastes.

Y seguía allí. Lo cierto es que nunca se había marchado, que nunca había salido de esa playa y que nunca se había separado de su sitio preferido: aquel que se encontraba a lo más lejos y el más solitario dónde podía observar todas las luces de la bahía.                                                                                                                            
Estaba aferrado a la idea de que todo aquello había cambiado, que ya no necesitaba estar solo y de que por fin ya tendría esa calma ansiada por tantos años. Pero allí seguía. De nuevo como si nada hubiese ocurrido, como si todo hubiese sido un vago sueño. Ella ya no estaba, ¿Por qué?                                                        

Ella, Ella fuerte, Ella frágil, Ella impregnada de todas sus cosas y sin embargo él desprendiéndose de todos sus recuerdos, pero ¿Cómo podía hacerlo si cada parte de su cuerpo le reclamaba a ella? Recordaba el primer Te quiero, el primer Beso, la primera Vez y… ¡su  Sonrisa! Esa sonrisa que hacía juego con las paredes blanco marfil de su casa y que a él le hacía perder el control.                                                                      
Rabia, miedo, perjuicios, ansiedad, ira... No entendía todo aquello. Estaba colapsado, sin poder pensar adecuadamente, repitiéndose así mismo, << ¿Porqué?>>, a veces no hay ninguna explicación para esta pregunta y esa es su verdadera respuesta. Lo cierto es que ella ya no estaba y él en su ausencia se volvía loco; loco por no sentirse completo, loco de celos esos mismos que le devoraban constantemente. Mientras continuaba con ese revoloteo de sentimientos perdidos entre esas olas que ahora eran su único confesor, él sabía que así era mejor. Comenzó a ser una situación dañina. Nunca sabremos como sucederán las cosas pero si sabemos cómo no queremos que ocurran. Le estaba matando. Utilizaba todo de él, todo lo que llevaba dentro. Aquello se había convertido en una lucha constante donde ella seguía por sí misma y él continuaba por los dos. Qué estaba impregnada de todas sus cosas y qué eso le encantaba: gran verdad, pero no a cambio de dejarle sin nada. Él siempre estaba ahí aunque a ella poco parecía importarle, le regalaba esa pasión a todas horas que solo aceptaba cuando se sentía sola. <<¿Por qué y solo por qué pensó que podía jugar conmigo así?>> Era cierto no podía vivir ni con ni sin Ella.

Comenzó a marearse estrepitosamente y se tendió en la arena. Cerró los ojos en un intento de aliviar el dolor que desde dentro casi le tocaba la piel. ¿Qué sentido tenía todo al fin y al cabo? Todo intentado, todo perdido y ella desquitada de tan siquiera remordimiento. Más de una vez había vuelto suplicando y casi estuvo a punto de ceder pero en el fondo sabía que nada cambiaría, que continuaría como siempre, robándole hasta el último ápice de su aliento. Sabía que no compartían nada en especial y lo que compartían podía hacerlo con cualquiera. No estaban hechos el uno para el otro. Aquello le estaba matando. Le estaba llevando a extremos que no conocía. Necesitaba callar todas esas ideas. Alejar su voz que aún le recorría por dentro.


 Hizo un intento de levantarse pero estaba cansado, cansado de luchar contra sí mismo y por el exceso de noches sin dormir. Se incorporó con los ojos aún cerrados. Al abrirlos observó delante de sí una mar embravecida en un día de nubes. Estaba a punto de estallar, a punto de liberarse de tanta rabia contenida, de esos contrastes de sentimientos. Nunca entendió porque lo hizo y probablemente jamás lo comprenderá pero sus pasos se dirigieron hacia el agua. Tal vez un impulso, un reto o quizá una huida, quien sabe… En ese momento fue cuando ella lo atrapó. De repente las olas se apoderaron de él en un continuo zarandeo que ejercía una gran opresión sobre su pecho. Solo podía sentir como gastaba sus últimos minutos de oxigeno oyendo más clara, con esa dulzura de siempre  la voz de Ella al decirle “Bienvenido a casa”. Ella lo había atrapado. No sabía si estaba lo suficientemente consciente como para moverse y empezó a darse por vencido. Aún visitando ese lugar después de tanto tiempo, cada vez que creía que su vida no tenía sentido, era después de todo ese mismo mar quién iba acabar con él. Nunca supo cual fue el momento en el que una de las olas lo lanzó fuera de esas corrientes devolviéndolo a la orilla, pero seguramente tampoco intentará buscar una respuesta. Bastante agradecido está. En ese momento debería no haber tenido fuerza alguna sin embargo una adrenalina voraz recorrió su cuerpo y el nerviosismo se apoderó de él, pensaba que había muerto cuando no había más verdad que la de estar vivo.



Hace ya seis años que él no pisa esa playa, que él no vuelve al mismo sitio a recordar viejos tiempos. Hace ya seis años, y si alguna vez piensa en Ella es porque hay amores que matan pero que nunca mueren. Hace ya seis años y él aún no entiende muchas cosas pero sabe y se lo repite cada noche, cada vez que se acuesta al lado de su mujer  después de darle las buenas noches a su hijo, que sólo hay una cosa por la que merece la pena morir y esa es Vivir.