domingo, 4 de octubre de 2015

El palpable seno.

Cosiste con sus venas como hilos
Tus cuerdas vocales inexpresivas
Y silenciaste la esencia que inspira
Pues espiras aroma del beso torcido
Y el palpable seno, ahora corrompido
Marchita la cúspide de tu frontera
Logró insípido al vaivén de tu pelo
Dejando al aire música de indiferencia.

La entrega es ave de paso
Quiebra la inexperiencia
Y el haberle amado tanto.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Heredera de desmemoria.

Marchita está mi flor de la vida
Agonizando hiriente por su huida
Allá a los lejos alguien canta
Pero ya no puedo oírla.

Del partir de mi consciencia
A no sé dónde, te declaro testigo
Mi desmemoria afloja mi impaciencia
Y soy paciente mientras olvido.

Enmudecen sus  purpúreos párpados
Sumergidos en el insomnio
Recuerdan lo que no recuerdo
¡Parece que nos hemos amado tanto…¡

Solo me queda lo efímero
Divagando en el hemisferio del delirio
Y solo siento su mano
Sus dedos posados sobre los míos.

Quisiera contar las historias que vivimos
Y las que no vivimos. “Adiós… Adiós…”
Y me mira como pidiendo perdón
Y yo le sonrío, que hoy me reúno con Dios.




viernes, 4 de septiembre de 2015

-Siento que he muerto-me dijo -Estás sintiendo, eso es vivir.

Y seguía allí. Lo cierto es que nunca se había marchado, que nunca había salido de esa playa y que nunca se había separado de su sitio preferido: aquel que se encontraba a lo más lejos y el más solitario dónde podía observar todas las luces de la bahía.
Estaba aferrado a la idea de que todo aquello había cambiado, que ya no necesitaba estar solo y de que por fin ya tendría esa calma ansiada por tantos años. Pero allí seguía. De nuevo como si nada hubiese ocurrido, como si todo hubiese sido un vago sueño. Ella, Ella ya no estaba, ¿Por qué?
Ella, Ella fuerte, Ella frágil, Ella impregnada de todas sus cosas y sin embargo él desprendiéndose de todos sus recuerdos, pero ¿Cómo podía hacerlo si cada parte de su cuerpo le reclamaba a ella? Recordaba el primer Te quiero, el primer Beso y la primera Vez y… ¡su  Sonrisa! Esa sonrisa que hacía juego con las paredes blanco marfil de su casa y que a él le hacía perder el control.
Rabia, miedo, perjuicios, ansiedad, ira... No entendía todo aquello. Estaba colapsado, sin poder pensar adecuadamente, repitiéndose así mismo, << ¿Porqué?>>, a veces no hay ninguna explicación para esta pregunta y esa es su verdadera respuesta. Lo cierto es que ella ya no estaba y él en su ausencia se volvía loco; loco por no sentirse completo, loco de celos esos mismos que le devoraban constantemente. Mientras continuaba con ese revoloteo de pensamientos, de sentimientos perdidos entre esas olas que ahora eran su único confesor, él sabía que así era mejor. Comenzó a ser una situación dañina. Nunca sabremos como sucederán las cosas pero si sabemos cómo no queremos que ocurran. Le estaba matando. Utilizaba todo dentro de él, todo lo que llevaba dentro. Aquello se había convertido en una lucha constante donde ella seguía pos sí misma y él continuaba por los dos. Qué estaba impregnada de todas sus cosas y qué eso le encantaba: gran verdad, pero no a cambio de dejarle sin nada. Él siempre estaba ahí aunque a ella poco parecía importarle, le regalaba esa pasión a todas horas que solo aceptaba cuando se sentía sola. <<¿Por qué y solo por qué pensó que podía jugar conmigo así?>> Era cierto no podía vivir ni con ni sin Ella.
Comenzó a marearse estrepitosamente y se tendió en la arena. Cerró los ojos en un intento de aliviar el dolor que desde dentro casi le tocaba la piel. ¿Qué sentido tenía todo al fin y al cabo? Todo intentado, todo perdido y ella desquitada de tan siquiera remordimiento. Más de una vez había vuelto suplicando y casi estuvo a punto de ceder pero en el fondo sabía que nada cambiaría, que continuaría como siempre, robándole hasta el último ápice de su aliento. Sabía que no compartían nada en especial y lo que compartían podía hacerlo con cualquiera. No estaban hechos el uno para el otro. Aquello le estaba matando. Le estaba llevando a extremos que no conocía. Necesitaba callar todas esas ideas. Alejar su voz que aún le recorría por dentro.

 Hizo un intento de levantarse pero estaba cansado, cansado de luchar contra sí mismo y por el exceso de noches sin dormir. Se incorporó con los ojos aún cerrados. Al abrirlos observó delante de sí una mar embravecida en un día de nubes. Estaba a punto de estallar, a punto de liberarse de tanta rabia contenida, de esos contrastes de sentimientos. Nunca entendió porque lo hizo y probablemente jamás lo comprenderá pero sus pasos se dirigieron hacia el agua. Tal vez un impulso, un reto o quizá una huida, quien sabe… En ese momento fue cuando ella lo atrapó. De repente las olas se apoderaron de él en un continuo zarandeo que ejercía una gran opresión sobre su pecho. Solo podía sentir como gastaba sus últimos minutos de oxigeno oyendo más clara, con esa dulzura de siempre  la voz de Ella al decirle “Bienvenido a casa”. Ella lo había atrapado. No sabía si estaba lo suficientemente consciente como para moverse y empezó a darse por vencido. Aún visitando ese lugar después de tanto tiempo, cada vez que creía que su vida no tenía sentido, era después de todo ese mismo mar quién iba acabar con él. Nunca supo cual fue el momento en el que una de las olas lo lanzó fuera de esas corrientes devolviéndolo a la orilla, pero seguramente tampoco intentará buscar una respuesta. Bastante agradecido está. En ese momento debería no haber tenido fuerza alguna sin embargo una adrenalina voraz recorrió su cuerpo y el nerviosismo se apoderó de él, pensaba que había muerto cuando no había más verdad que la de estar vivo.

Hace ya seis años que él no pisa esa playa, que él no vuelve al mismo sitio a recordar viejos tiempos. Hace ya seis años, y si alguna vez piensa en Ella es porque hay amores que matan pero que nunca mueren. Y desde hace ya seis años cada vez que se acuesta al lado de su mujer tras darle un beso a su hijo sigue recordándose así mismo que solo hay una razón por la que merece la pena morir: vivir.


Asfíxiame.


domingo, 11 de enero de 2015

Despójate.

La escarpada piel eriza todos sus poros.
Pide clemencia y hambre del choque
de nuestros senderos, donde nacen
espigas arraigadas a emoción
esas que esclavizan y subyacen donde nadie las ve.
Cuando vistas tus mejillas con el color de mi carmín
será entonces la hora de pronunciar tu nombre,
entre despliegues de taquicardias
 y venas que enrollen lo que tu bien conoces
hasta llegar a lo íntimo... donde
descarrilan los besos mas profundos
y arrebatadores se hacen los dedos
que desarropan los desamores.
Solo te pido que incluyas siempre en mi tu verso
y hoy te despojes de todos tus miedos.

"La libertad es el premio"


El otro día escuchando la radio escuché un eslogan del Euromillón que me dejó bastante insólita:


                                                          "La libertad es el premio"

Quien quisiera conseguir ese premio, ese millón de euros, y meterselos hasta por el culo.  Y es más,   ¿a quién no le agradaría comprar la libertad con ese premio...? Creo que comparar un millón de euros con la libertad es algo irrespetuoso. El dinero enferma el pensamiento. No se puede seguir al dinero y a la libertad al mismo tiempo. En el momento en que el único fin sea el "Dios Dinero" (que nunca debería ser un fin, sino un medio) serás preso de la avaricia, un encarcelado de su propia idea de libertad ya que tan solo es un barato espejismo que te acerca a la felicidad, sin saber que esa no es la manera de hallarla (aunque sea jugoso el eslogan del euromillón) sino que depende de la libertad que nos condenamos a nosotros mismos.

Alguna vez.

Alguna vez yo también fui joven. Estaba sentada allí como vosotros, ansiosa, entusiasta. Caminaba siempre por donde daba el sol y odiaba que las nubes y la lluvia me privaran de el. Alguna vez yo también fui joven y me ceñía solo a lo que yo sentía y esa era mi única verdad. Sabía saborear una sonrisa. Cuando era joven no entendía la manera de actuar de los adultos, no llegaba a comprender cuan complejos podían ser los sentimientos. Dejaba mis pies descalzos para caminar sin ataduras, dejando que mis pasos guiaran a mis piernas.Cuando era joven odiaba que no me entendieran y que pasaran por encima mía como un charco se tratase para evitar que les inundara con mi incertidumbre.

Era indefinida, falta de experiencia. Sabía pero no estaba moldeaba a la forma de la vida y mucho menos esculpida a sus errores.